Lima: Vivirsinenterarse. 2013
Entre las
diversas manifestaciones realizadas a favor de la conservación del emblemático
edificio, otrora conocido como Palais Concert, se encuentra el “I Concurso de
cuentos El Palais Concert y la conservación de la memoria”. La iniciativa ha
dado origen a una nutrida compilación de cuentos integrada por los autores
ganadores y finalistas del concurso. La propuesta e intención es clara, los
cuentos ficcionalizan a partir del lugar de reuniones que haría famoso Abraham
Valdelomar. El Palais Concert no es solo un leitmotiv,
es también un anclaje al pasado que a veces marca su nostálgico retorno o en
otros casos este se contrapone a un presente que representa la comercialización
y el despojo de la gloria. Además, el tema de la frustración del proyecto
cultural y personal de algunos relatos es la puntada que encierra y refracta la
intención general de una iniciativa social inmediata (signada desde el prólogo):
salvar un símbolo literario y arquitectónico que será modificado y con esto
enterrada la posibilidad de conservación cultural ante el avance comercial. En
este sentido, estamos frente a relatos que en su mayoría no se sobreponen al
golpe transnacional (la cadena de tiendas que tomará posesión del edificio),
sino que han optado por escenificar, de distintas perspectivas, el momento de
la amenaza.
Los cuentos que integran el libro se caracterizan por narraciones lineales,
de mayor y menor extensión, con constantes alusiones al pasado o recreaciones que
surgen de este. Dicho eje en común se identifica dentro de una profusión por
reconstruir la historia de personajes que se vincularon con la edificación o
con el grupo Colónida. No es casual encontrar así pasajes sobre un ilustrador de
la revista o un conocido relacionado al grupo de bohemios, e incluso la figura
de Valdelomar como un personaje, presente y sugerido, que se pasea en varias
narraciones. De este modo, los relatos se pueden organizar en tres
orientaciones: el Palais Concert como edificación que circunda una atmósfera de
frustración; el Palais Concert como el detonante de un anhelo nostálgico del
pasado; y el intercambio temporal entre pasado y presente traducido a esplendor
y comercialización.
La primera orientación es ejemplificada con los relatos “De pinceles
y versos” de Elena Marqués y “Los exiliados” de Eduardo Reyme (dos de los tres
ganadores del concurso). En el primero, la autora presenta las dificultades que
atraviesa el artista Germán Torres al recibir como encargo ilustrar la portada
de la revista Colónida. La confrontación de la obra del artista a un
requerimiento editorial, pero sobre todo, a la satisfacción egocéntrica de los
Colónida dará como resultado el exagerado desplante que Percy Gibson hará de
dicha obra, en medio de la concurrencia festiva del Palais Concert, como signo
de disconformidad y escándalo. El cuento posee un logrado lenguaje
artístico-plástico que contribuye a la valoración del trabajo realizado por
Torres y la posterior frustración que experimenta tras la incomprensión de su
obra, a esto se añade la reflexión final que vocifera el artista acusando la
desunión de los artistas de una misma nación. En esta misma atmósfera se
inscribe la propuesta de Eduardo Reyme. “Los exiliados” relata los sucesos que atraviesa
un grupo de estudiantes universitarios en su búsqueda de un espacio sobre el
cual instalar un lugar en común que los acoja y acoja a otros en sus trajines
culturales. El Palais Concert se convierte en este refugio que es aprovechado a
raíz de su abandono. La narración, que se sumerge en las anécdotas juveniles,
toma un vuelco interesante cuando uno de los amigos, por los efectos del
alcohol, se pierde en el tiempo y se encuentra con la época de esplendor del
Palais Concert. Ahí establecerá una conversación con Abraham Valdelomar, quien
desea desmitificar los mitos sobre su muerte, pero esto no llegará a buen
puerto porque el joven es echado violentamente de la fiesta y de su ensoñación.
Así como el relato anterior, Reyme también instala su cuento en la posibilidad
trunca que más tarde se intensificará cuando los jóvenes son desalojados de la
casona para su posterior remodelación con miras a un centro comercial. Ambos
relatos participan de la incomprensión como clausura del proyecto personal y la
negación de la posibilidad de recrear o recuperar el pasado a partir de un
revestimiento romántico que anima sus escenas finales, un artista exaltado y
deshecho apoderándose de la palabra para dirigirse a los literatos bohemios y
los cinco amigos que disuelven sus lágrimas con la llovizna limeña.
En la segunda orientación se encuentran los cuentos “Mirando al Mar”
de Henry Rueda y “El guardián de los recuerdos” de Harold Gastelú. En el primer
cuento, Rueda relata una historia de amor inopinada ocurrida tiempo atrás en el
Palais Concert. El ambiente de fiesta promueve el acercamiento entre “el viejo”
y la quinceañera, personajes que inician su historia en ese edificio. El autor
opta por caracterizar a su protagonista con un apelativo que acentúa su edad al
mismo tiempo que lo convierte en un personaje estancado en el tiempo. Así la
nostalgia pasadista de “el viejo” se evoca años después frente al mismo
edificio “despellejado de su gloria” en el que se haya sin quinceañera y
despojado de esplendor. Asimismo, en el relato de Harold Gastelú los recuerdos
de la época de apogeo del Palais Concert se suceden uno tras otro enunciados
durante una conversación que va escudriñando y recreando distintos pasajes
relacionados a Valdelomar y al resto de los integrantes del grupo Colónida. En
los relatos de Rueda y Gastelú el edificio emblemático se convierte en un
símbolo que rememora una seguidilla de imágenes de una definida Belle époque dejando de lado el
conflicto de la narración a favor de intensificar la nostalgia personal que se
erige en los recuerdos.
La tercera orientación está integrada por la mayoría de cuentos de
esta compilación “Gauloises” de Stuart Flores, “Amores prohibidos” de Francisco
Gallardo y “Trapos de marca” de Arnold Francia. El relato de Stuart Flores
(tercer ganador del concurso) transcurre en un escenario periodístico que
violentará el artículo de opinión de Mathias Braun, un periodista a favor de la
conservación del Palais Concert. El protagonista, que experimenta la presión
moderna y complaciente de los medios, alterna su día a día con la figura del
anciano que habita su biblioteca y que sugestivamente se reconoce como Abraham
Valdelomar. Con la presencia fantasmal del dandy, el narrador contrapone dos
realidades: el presente de una sociedad moderna que trastoca toda intención
disímil y el pasado como una ventana a la difusión de la verdad. El anciano
propone al periodista la publicación del artículo original en su revista mientras
ambos reflexionan sobre la “joya” que en este “mundo” es despojada de fulgor,
teniendo como trasfondo la música y la fanfarria del Palais Concert. De forma
más radical, esplendor y comercialización, en dichos intercambios temporales,
se plantean en los cuentos “Amores prohibidos” y “Trapos de marca”. En la
primera narración se refiere el periplo de un joven que desea estudiar
literatura a costa de la oposición del padre, pero que encuentra consuelo en la
madre afecta a las letras a través de las obras de Valdelomar, Mariátegui y
Vallejo. Luego de abandonar la casa paterna, el protagonista pasa sus días
lidiando con la precariedad económica y sorteando bebidas en el Palais Concert,
aquí las frases de la madre relacionadas al encanto del edificio escarban en los
recuerdos del joven aligerando su pesadumbre. El Palais Concert no solo se
llena de afecto materno para el protagonista, sino que simboliza el completo
alejamiento del padre, que posteriormente llenará sus arcas representando el
ímpetu comercial que termina aplastando a la madre. Por su parte, “Trapos de
marca” cuenta la historia de Dan, un padre que premia a su hijo comprándole un
pantalón de exclusiva marca en una tienda por departamentos. Mientras esto
sucede, Mathias, el hijo de Dan, lee en casa El caballero Carmelo y se entera por la televisión sobre el autor
de la obra y el destino del espacio cultural que lo albergó y al que identifica
como la tienda de la que proviene el exclusivo pantalón.
A pesar del tiempo y la amenaza, la edificación narrativa se
convierte en un resquicio sobre el que el Palais Concert no podrá ser
fácilmente derruido, sino simbólicamente restablecido y reconstruido. En esta
dirección, las propuestas que apostaron por las historias alternas sobre
personajes de la dinámica literaria del edificio emblemático son importantes
contribuciones al enriquecimiento de la lectura, sobre todo, al legado y a un
justo derecho por no renunciar a su historia. Sin embargo, se encuentran
también relatos de esta compilación que difícilmente logran sobreponerse en la
ficción a este golpe transnacional e ilustran el momento preciso en el que la
noticia entra como un trompicón derrumbando ahora los muros que albergan
posibilidad alguna de salvar el Palais Concert. Esta construcción simbólica es
interrumpida y trae consigo, en algunos relatos, la suspensión del conflicto
narrativo para refugiarse en reminiscencias convirtiéndose en un anhelo oscuro
del pasado. Aunque la crítica al sistema capitalista se encuentra en varios de
los relatos, la lectura se abre camino (o sugiere silenciosamente) a
preguntarse por el momento de la innegable estabilización del centro comercial
y su posible demolición simbólica.
Pamela Medina García
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