miércoles, 15 de enero de 2014

I Concurso de Cuentos Salvemos el Palais Concert

Lima: Vivirsinenterarse. 2013 

Entre las diversas manifestaciones realizadas a favor de la conservación del emblemático edificio, otrora conocido como Palais Concert, se encuentra el “I Concurso de cuentos El Palais Concert y la conservación de la memoria”. La iniciativa ha dado origen a una nutrida compilación de cuentos integrada por los autores ganadores y finalistas del concurso. La propuesta e intención es clara, los cuentos ficcionalizan a partir del lugar de reuniones que haría famoso Abraham Valdelomar. El Palais Concert no es solo un leitmotiv, es también un anclaje al pasado que a veces marca su nostálgico retorno o en otros casos este se contrapone a un presente que representa la comercialización y el despojo de la gloria. Además, el tema de la frustración del proyecto cultural y personal de algunos relatos es la puntada que encierra y refracta la intención general de una iniciativa social inmediata (signada desde el prólogo): salvar un símbolo literario y arquitectónico que será modificado y con esto enterrada la posibilidad de conservación cultural ante el avance comercial. En este sentido, estamos frente a relatos que en su mayoría no se sobreponen al golpe transnacional (la cadena de tiendas que tomará posesión del edificio), sino que han optado por escenificar, de distintas perspectivas, el momento de la amenaza.
Los cuentos que integran el libro se caracterizan por narraciones lineales, de mayor y menor extensión, con constantes alusiones al pasado o recreaciones que surgen de este. Dicho eje en común se identifica dentro de una profusión por reconstruir la historia de personajes que se vincularon con la edificación o con el grupo Colónida. No es casual encontrar así pasajes sobre un ilustrador de la revista o un conocido relacionado al grupo de bohemios, e incluso la figura de Valdelomar como un personaje, presente y sugerido, que se pasea en varias narraciones. De este modo, los relatos se pueden organizar en tres orientaciones: el Palais Concert como edificación que circunda una atmósfera de frustración; el Palais Concert como el detonante de un anhelo nostálgico del pasado; y el intercambio temporal entre pasado y presente traducido a esplendor y comercialización.
La primera orientación es ejemplificada con los relatos “De pinceles y versos” de Elena Marqués y “Los exiliados” de Eduardo Reyme (dos de los tres ganadores del concurso). En el primero, la autora presenta las dificultades que atraviesa el artista Germán Torres al recibir como encargo ilustrar la portada de la revista Colónida. La confrontación de la obra del artista a un requerimiento editorial, pero sobre todo, a la satisfacción egocéntrica de los Colónida dará como resultado el exagerado desplante que Percy Gibson hará de dicha obra, en medio de la concurrencia festiva del Palais Concert, como signo de disconformidad y escándalo. El cuento posee un logrado lenguaje artístico-plástico que contribuye a la valoración del trabajo realizado por Torres y la posterior frustración que experimenta tras la incomprensión de su obra, a esto se añade la reflexión final que vocifera el artista acusando la desunión de los artistas de una misma nación. En esta misma atmósfera se inscribe la propuesta de Eduardo Reyme. “Los exiliados” relata los sucesos que atraviesa un grupo de estudiantes universitarios en su búsqueda de un espacio sobre el cual instalar un lugar en común que los acoja y acoja a otros en sus trajines culturales. El Palais Concert se convierte en este refugio que es aprovechado a raíz de su abandono. La narración, que se sumerge en las anécdotas juveniles, toma un vuelco interesante cuando uno de los amigos, por los efectos del alcohol, se pierde en el tiempo y se encuentra con la época de esplendor del Palais Concert. Ahí establecerá una conversación con Abraham Valdelomar, quien desea desmitificar los mitos sobre su muerte, pero esto no llegará a buen puerto porque el joven es echado violentamente de la fiesta y de su ensoñación. Así como el relato anterior, Reyme también instala su cuento en la posibilidad trunca que más tarde se intensificará cuando los jóvenes son desalojados de la casona para su posterior remodelación con miras a un centro comercial. Ambos relatos participan de la incomprensión como clausura del proyecto personal y la negación de la posibilidad de recrear o recuperar el pasado a partir de un revestimiento romántico que anima sus escenas finales, un artista exaltado y deshecho apoderándose de la palabra para dirigirse a los literatos bohemios y los cinco amigos que disuelven sus lágrimas con la llovizna limeña.
En la segunda orientación se encuentran los cuentos “Mirando al Mar” de Henry Rueda y “El guardián de los recuerdos” de Harold Gastelú. En el primer cuento, Rueda relata una historia de amor inopinada ocurrida tiempo atrás en el Palais Concert. El ambiente de fiesta promueve el acercamiento entre “el viejo” y la quinceañera, personajes que inician su historia en ese edificio. El autor opta por caracterizar a su protagonista con un apelativo que acentúa su edad al mismo tiempo que lo convierte en un personaje estancado en el tiempo. Así la nostalgia pasadista de “el viejo” se evoca años después frente al mismo edificio “despellejado de su gloria” en el que se haya sin quinceañera y despojado de esplendor. Asimismo, en el relato de Harold Gastelú los recuerdos de la época de apogeo del Palais Concert se suceden uno tras otro enunciados durante una conversación que va escudriñando y recreando distintos pasajes relacionados a Valdelomar y al resto de los integrantes del grupo Colónida. En los relatos de Rueda y Gastelú el edificio emblemático se convierte en un símbolo que rememora una seguidilla de imágenes de una definida Belle époque dejando de lado el conflicto de la narración a favor de intensificar la nostalgia personal que se erige en los recuerdos.
La tercera orientación está integrada por la mayoría de cuentos de esta compilación “Gauloises” de Stuart Flores, “Amores prohibidos” de Francisco Gallardo y “Trapos de marca” de Arnold Francia. El relato de Stuart Flores (tercer ganador del concurso) transcurre en un escenario periodístico que violentará el artículo de opinión de Mathias Braun, un periodista a favor de la conservación del Palais Concert. El protagonista, que experimenta la presión moderna y complaciente de los medios, alterna su día a día con la figura del anciano que habita su biblioteca y que sugestivamente se reconoce como Abraham Valdelomar. Con la presencia fantasmal del dandy, el narrador contrapone dos realidades: el presente de una sociedad moderna que trastoca toda intención disímil y el pasado como una ventana a la difusión de la verdad. El anciano propone al periodista la publicación del artículo original en su revista mientras ambos reflexionan sobre la “joya” que en este “mundo” es despojada de fulgor, teniendo como trasfondo la música y la fanfarria del Palais Concert. De forma más radical, esplendor y comercialización, en dichos intercambios temporales, se plantean en los cuentos “Amores prohibidos” y “Trapos de marca”. En la primera narración se refiere el periplo de un joven que desea estudiar literatura a costa de la oposición del padre, pero que encuentra consuelo en la madre afecta a las letras a través de las obras de Valdelomar, Mariátegui y Vallejo. Luego de abandonar la casa paterna, el protagonista pasa sus días lidiando con la precariedad económica y sorteando bebidas en el Palais Concert, aquí las frases de la madre relacionadas al encanto del edificio escarban en los recuerdos del joven aligerando su pesadumbre. El Palais Concert no solo se llena de afecto materno para el protagonista, sino que simboliza el completo alejamiento del padre, que posteriormente llenará sus arcas representando el ímpetu comercial que termina aplastando a la madre. Por su parte, “Trapos de marca” cuenta la historia de Dan, un padre que premia a su hijo comprándole un pantalón de exclusiva marca en una tienda por departamentos. Mientras esto sucede, Mathias, el hijo de Dan, lee en casa El caballero Carmelo y se entera por la televisión sobre el autor de la obra y el destino del espacio cultural que lo albergó y al que identifica como la tienda de la que proviene el exclusivo pantalón.
A pesar del tiempo y la amenaza, la edificación narrativa se convierte en un resquicio sobre el que el Palais Concert no podrá ser fácilmente derruido, sino simbólicamente restablecido y reconstruido. En esta dirección, las propuestas que apostaron por las historias alternas sobre personajes de la dinámica literaria del edificio emblemático son importantes contribuciones al enriquecimiento de la lectura, sobre todo, al legado y a un justo derecho por no renunciar a su historia. Sin embargo, se encuentran también relatos de esta compilación que difícilmente logran sobreponerse en la ficción a este golpe transnacional e ilustran el momento preciso en el que la noticia entra como un trompicón derrumbando ahora los muros que albergan posibilidad alguna de salvar el Palais Concert. Esta construcción simbólica es interrumpida y trae consigo, en algunos relatos, la suspensión del conflicto narrativo para refugiarse en reminiscencias convirtiéndose en un anhelo oscuro del pasado. Aunque la crítica al sistema capitalista se encuentra en varios de los relatos, la lectura se abre camino (o sugiere silenciosamente) a preguntarse por el momento de la innegable estabilización del centro comercial y su posible demolición simbólica.
                                                                                                            Pamela Medina García

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