jueves, 13 de agosto de 2015

De París a Capri es posible encontrar la felicidad

Conocí a Marco, leyéndolo. Su prosa cuidada y fina fue algo que no encontré en autores de su generación más sí en autores de la talla de Luis Loayza, sobre todo el Loayza de Otras tardes si lo comparamos con París personal y a El Avaro (por el manejo de la brevedad al narrar) con la nouvelle, El cielo de Capri. Ambos libros tienen por supuesto su propio sello y algo de míticos. La literatura de Marco es muy particular y original, él mira las cosas, las contempla y las hace brillar de belleza cada vez que describe una situación en el relato y es el lector el que cae rendido ante su prosa, y es el lector el cómplice que reconoce en esa musicalidad y cadencia a un autor, a un escritor de verdad.
Yo llegué a París personal de a oídas, por aquel entonces lo había editado una universidad, había terminado la secundaria y un programa transmitido en canal nacional lo presentó a Marco con elogios nunca antes dicho u oídos, para con ningún autor que asistió a dicho programa. Me llamó la atención sobremanera las cosas que se dijo de él así que al día siguiente fui a buscarlo a la librería y por supuesto no lo conseguí, ello activó mi ansiedad por conseguir ese libro azul que mostraba una ventana desde donde se podía ver a lo lejos el cielo.
Habían pasado tres años ya, había ingresado a la facultad y ese libro seguía llamándome la atención. El título de París personal despertaba mi interés sobremanera además por esa idea post boom de que había que irse a París para hacerse escritor pues esa idea rondaba en mi cabeza de estudiante de pregrado por aquellos años. Una vez que lo compré, recuerdo haberlo leído con emoción, solo el Otras tardes de Loayza me había impactado tanto como este libro. Quería conocer al autor, pero por aquel entonces había un aura de misterio en Marco que lo rodeaba a él y a su París personal, ¿cómo podría conocerlo? me preguntaba Es justo decir que aquellos años eran distintos de los que vivimos ahora en donde puedes agregar a un escritor al Facebook y decirle que su libro te ha gustado o no, aunque esto último es peligroso porque puede que te eliminen de su lista de contactos. No se preocupen, Marco jamás haría eso, su literatura es la proyección de su caballerosidad y respeto para con sus lectores. Por aquellos años decía, Internet recién se estaba expandiendo y nosotros apenas usábamos el chat del MSM. Ahora que lo pienso mejor la única ventana que teníamos era ese programa de literatura y había entonces que apuntar a cuanto autor aparecía para ir a conseguirlo o a perseguirlo.
Debo reconocer que por algún momento creí que Marco era un autor a lo Salinger o a lo Loayza, ese tipo de autores que escribe algo estupendo y lo deja ahí porque siente que el libro tendrá que llegar a quien tenga que llegar. Esta edición doble de su libro de cuentos y su primera novela me ha permitido descubrir que no ha sido ese silencio fabricado por él, sino por las circunstancias, pero su literatura siempre estuvo ahí, siempre estuvo escribiendo, da cuenta de ello su última novela “Un olvidado asombro” editada por el Fondo de Cultura Económica. Novela del tema del padre que si hoy se van de esta feria con su libro doble y ella no se arrepentirán, se los aseguro.

Libro en mano he recomendado París personal a cuanta persona se me ha cruzado por aquel entonces. Lo mandé a leer a cientos de estudiantes, he sido desde entonces un entusiasta difusor de su obra. Con mi libro, el de la ventana azul y el cielo parisino me pasó lo que a muchos les ha pasado, lo presté, lo presté tanto que un momento desapareció de entre mis manos y de la memoria de quien se lo había prestado o lo había prestado este porque le había emocionado tanto como a mí y tuvo ese gesto de dárselo a leer a otra. Quería y quiero creer que un libro por el que uno siente tanto cariño termina estando poco tiempo con nosotros porque en realidad su destino no es de uno sino el de todos o uno en particular, el de viajar de mano en mano y dejar al dueño con esa aura de nostalgia que es la misma con la que termina cada cuento del libro
Luego leí El cielo de Capri y encontré un autor sólido. Me hizo recordar a Seda de Baricco. Breve, impactante, fluido, bello en el lenguaje y bien contado.
Cuando a inicios de año me junté con él, con Marco y conversamos del proyecto que la editorial tenía pensado sabíamos al reto al cual nos enfrentábamos, así que lo tomamos con mucha responsabilidad y el libro que tendrán hoy en sus manos así lo demuestra. Quiero contarles que todos en la editorial festejaron mi regreso de aquella reunión y festejaron con prudencia cuando dije “Marco ha aceptado apostar por nosotros”. Luego vino el giro visual que ustedes verán en esta edición, la cual ha usado ese instrumento tradicional del troquel para proponer una colección objeto que sea una pieza de colección en sus bibliotecas, cada edición que iremos publicando será una edición que llame la atención al nuevo lector, a ese joven que puede que esté pensando que leer no es también divertirse. Necesitábamos un libro fresco, nuevo, que se lea y muestre su dialogismo entre uno y otro, pensamos en un público nuevo, en colores alegres, en el elemento de la maleta que figura en la portada y que su sola postura nos hace pensar que no somos nosotros los que viajamos sino que es nuestra maleta la que nos lleva a lugares impensados y somos nosotros los que la seguimos. Ustedes leerán este libro y por un instante irán a París y luego a Capri, la isla de Italia y se darán cuenta lo maravilloso que es la literatura, podrán recuperar en un solo libro esos libros que perdieron en algún momento como yo y podrán decir que es posible que la felicidad quepa en una mano. ¿Qué más puedo decir? Estoy emocionado porque he pasado del lector que admiraba al escritor a ser un cómplice de ese autor que creo que debería tener más lectores. Este libro ha hecho, entre café y café, que conversemos no solo de literatura sino de otros temas y creo o es lo que quiero pensar que esa complicidad ha solventado una amistad que nace de la admiración que siento por él.
Finalmente creo que Marco y yo estuvimos predestinados a juntarnos en algún momento, creo que él nos esperó a que madurásemos como editorial para mirarnos como una alternativa, creo que nuestra seriedad como editorial lo convenció. Lo he notado alegre y muy entusiasta con esta edición en estos días y créanme que quien obtenga hoy estos libros tendrá en su biblioteca un libro de lujo, recuperarán lo que perdieron, volverá lo que se fue a su lugar de donde nunca debió haberse ido, y quienes nunca lo leyeron pues qué maravilla empezarán con aquello de “Viajar es mudar de piel” y entrarán a un mundo íntimo y de profunda sensibilidad.
Como lector les digo, léanlo. De París a Capri es posible encontrar la felicidad. Gracias.


Eduardo Reyme Wendell