Si amaramos como las aves holgaríamos nuestras alas y
realizaríamos el respectivo baile de cortejo. Si tan solo amaramos como ellas
nuestras palabras serían pequeños susurros que remecerían constelaciones y
surcarían aires no tan lejanos. El amor nos hace volar y la poesía solo es ese
instrumento para alzar el vuelo. Pero nos hemos alejado de las coordenadas
correctas y nos hemos convertido en el pájaro, en el ojo de la bestia.
Nos devoran mañanas y no podemos hacer nocturno el amor;
solo renegamos que el mundo siga indiferente mientras pertenecemos cínicamente
a ese mar de hipocresía.
Este poemario divido en 4 apartados
presenta a un yo poético que nos increpa, que nos deja rodeados de preguntas,
que hace nostálgico el amor solo para que nosotros como lectores nos
mimeticemos con ese sentir que de hecho ha sido dado sin tapujos ni censuras.
Sin embargo, existen preguntas dentro del libro que pautean cada apartado y que
lo hacen en síntesis una lección: ¿Cómo construir el amor sin caer en la
cotidianidad? ¿Cómo ser un actante para el amor si solo nos mantenemos
estáticos frente a un mar de recuerdos?
En el apartado Las
aves y el amor; las aves nos enseñan que las preguntas son solo los
indicios del pichón que está aprendiendo a volar. Hay una constante nostalgia
de un amor que increpa, de un amor no material, de un amor que se pierde en la
imagen del mar de La Herradura, de un amor proyectado hacia futuro, de la esperanza del amor. En Historia
Natural, poema de cinco apartados y que además considero que sintetiza esta
primera parte, el yo poético se muestra estático como las olas, precisamente
envuelto en un mar de recuerdos. Estos apartados proponen a su vez diferentes
orillas de lectura en donde muerte, nostalgia, el ahora; la venganza y el amor
son solo marejadas que desembocarán en la esperanza del mismo. El vuelo se
presenta como ya lo dije lleno de preguntas, de
cotidianidad en donde los lunes nos quema la lengua, los martes encontramos las
camas vacías, los miércoles están llenos de lecturas y dentro de todo esto, el
vuelo solo desea construir las coordenadas para atrapar el amor.
En el segundo apartado Todos somos aves frente al espejo el yo poético está cansado de la
cotidianidad; como si la investidura del trabajo “casi nupcial” como diría
Mario Montalbetti, pesara. Sin embargo, ese sentir es combativo. Los recuerdos
de su infancia empuñan espadas y luchan a verso limpio con aquellos días en
donde duele ponerse el saco y la corbata; en donde nos tragamos las
preocupaciones tanto propias como ajenas. Los nombres presentes en esta sección
son pequeños espejos que refractan con su concavidad el alma del poeta. En
Horacio, el espejo es la ausencia; en Nicómaco es la gran espera del retorno;
en Alejandra la nostalgia y la ausencia
son espejos en donde el poeta se vuelve una imprecación continua; en Sofía, el
tiempo del yo poético es el espejo donde se depositan anhelos que conducen
hacia la ausencia, como si la muerte fuera una pulsión continua; como si no
hubiera algo más allá del tiempo compartido. Finalmente en Mamá Nina reposan
todos los espejos ya mencionados. Su imagen es cóncava y convexa
respectivamente y que además impulsan al yo poético a exteriorizar todo un río
de sensaciones. La muerte de Mamá Nina es una promesa constante para cambiarlo
todo y ser mejores hijos, nietos y bisnietos. Solo en ella nada se pierde sino
por el contrario, todo se transforma.
Por último en Cuando
descansan las aves y Vuelo final,
el vuelo ya es seguro; el yo poético ya ha aprendido que después de haber surcado
los aires del centro de Lima; después de haber dado vueltas sin rumbo fijo, el
único nido que conduce las coordenadas exactas del vuelo, es el cuerpo de la
mujer amada. Ya no hay traspiés ni advertencias como en la primera lección; el
yo poético ha mudado de alas. Si retornamos a la pregunta inicial de como
construimos el amor sin caer en la cotidianidad, con todo lo mencionado la
respuesta se hace sencilla: es en la vida diaria, familiar y nostálgica donde
lo construimos.
Este libro nos alecciona pero al mismo tiempo nos da alas de
libertad. Aquí el amor no va dirigido a una sola persona, aquí el amor se ha
democratizado. Raúl Zurita en Canto a su
amor desaparecido dice: “Mi amor ha quedado pegado a las rocas, al mar y a
las montañas…” y es precisamente este amor enfocado en el libro que se adhiere
y se mimetiza con quien lo lee. Es un amor ya no en primera o en segunda
persona; es un amor que se ha colectivizado y si no amamos como las aves pues
es hora de hacerlo.
Jossimar Cavalier
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