Buenas noches.
Creo que está demás
decirlo: estamos en una noche histórica para la poesía peruana contemporánea.
No solo celebramos la reedición de un poemario excluyente, también nos congrega
la reserva moral de la tradición de la poesía peruana, porque este poemario, aparte
de lo mucho que ofrece, también nos invita a (re)visitar su tradición inmediata,
algo descuidada por sus nuevas voces.
Esta noche no
tendría sentido sin los factores que contribuyeron a la existencia de esta reedición,
como también a su circunstancia. En primer lugar, Juan Ramírez Ruiz regresa a
su casa, porque este libro que tenemos ahora en manos es tal a cuenta de un
escritor y editor de la Universidad Federico Villarreal, Eduardo Reyme, que ve
cumplido su sueño de editar a un poeta que también estudió en dicha universidad.
También prestemos atención al contexto de su presentación: el fuego y la furia
de la Antifil. En este sentido, no nos extrañemos que alguna vez Juan Ramírez
Ruiz, en el fervor vital y político de los años setenta, haya hecho suya estas
instalaciones que ahora nos cobijan. Todo puede pasar y las especulaciones
quedan de lado cuando nos referimos a las consecuencias de vivir en poesía. Yo prefiero creer que sí, que Ramírez Ruiz también
estuvo en estos ambientes de la casona que alberga a la Antifil.
¿Qué pensamos
cuando pensamos en Un par de vueltas por
la realidad?
Lo mejor sería
no pensar el libro desde el discurso racional, sino abordarlo desde la verdad
emocional del recuerdo de su primera impresión: en lo personal, lo leí a los 22
años, en ejemplar prestado por algunos días por el poeta y narrador Miguel
Ildefonso. Siempre había escuchado del poemario, lo había leído, como
seguramente muchos de ustedes, ya sea por fragmentos en revistas o en
fotocopias. Si en esos formatos la poesía de Juan Ramírez Ruiz exhibía un
destello verbal capaz de encender instintos, la experiencia en formato de libro
significó toda una revolución, un sano acto de subversión que partía de la
actitud de uno mismo ante la vida.
Ese sentimiento
de subversión yacía en palabras y versos escritos, en aquella lectura inicial,
hacía más de treinta años. La indignada frescura de las palabras de Ramírez
Ruiz fue lo que quebró el concepto de lo que en ese tiempo creía que era la
poesía, haciéndola cercana e íntima en su salvaje cotidianidad. No hablamos de
palabras pautadas por el efectismo, sino de palabras que transmitían una
sensibilidad de época por medio de una furia que no dudaba en quebrar actitudes
contemplativas. Es decir: fui partícipe del verbo que exhibía una nerviosa
urgencia. Es precisamente esa nerviosa urgencia lo que ha impedido, e impide,
que pesen los años en las páginas de este libro que podríamos llamar artefacto
de escritura.
En este sentido,
la nueva aparición de Un par de vueltas
por la realidad no pudo ocurrir en mejor momento. No solo es un libro
necesario para la poesía peruana última, lo es también para su narrativa,
géneros que últimamente vienen apostando por el vacío del discurso seguro,
convertidos en medios terapéuticos, destilando conservadurismo, dinamitados por
los peligrosos senderos de la aceptación de la palabra. Por ello, para el
creador, sea narrador o poeta, este libro servirá de píldora del deshueve, o
llámalo acicate. La experiencia poética para Ramírez Ruiz no solo quedaba en el
ensimismamiento tras el impacto de su lectura, sino que llamaba a la acción, a
la revolución contra el conformismo y todas las variantes del besamanismo.
Esa es la
incomodidad que nos sigue dejando el presente artefacto de escritura: ¿seremos
capaces acaso de seguir al menos la décima parte de sus postulados?
Obviamente, como
todo poeta, Ramírez Ruiz buscaba ser reconocido como un gran poeta, que a estas
alturas solo los idiotas pondrían en duda. Pero bien sabemos que Ramírez Ruiz no
deseaba un espacio en los discursos de la academia, mucho menos que su poesía
se vea reducida a oscuras utilidades discursivas, lo que buscaba era el cambio
de actitud del eventual lector por medio de la experiencia de su palabra
exaltada y atribulada. Ramírez Ruiz creía en la verdad emocional de la palabra,
en su hechizo capaz de cambiar vidas, o determinadas vidas.
Eso: Ramírez
Ruiz buscaba la coherencia de la experiencia, que el lector no se quede solo en
la lectura, sino que haga algo
partiendo de ella. Lo dice: “para no caminar con la cara repleta de angustia
por las avenidas del Perú / llevaremos descuidadamente el cuerpo / seremos
totalmente expansivos / viviremos con el estruendo justo para que un leve rumor
/ sea el estallido inevitable y necesario.”
Pero tengamos
también en cuenta el contexto en que apareció este libro. Bien sabemos que
Ramírez Ruiz fue uno de los puntales del Movimiento Hora Zero. Por ello, en lo
personal me interesa poco o nada el distanciamiento que nuestro autor tuvo con
sus miembros. La verdad del chisme no debe imponerse ante una realidad
axiomática: la presente publicación es también un rotundo testimonio de la
actualidad de Hora Zero, una actualidad respaldada y saludada por la presencia
de todos nosotros, los lectores de poesía peruana. Si algo podemos decir de los
poemarios publicados en la primera etapa del movimiento, es que Kenacort y Valium 10 de Jorge Pimentel, En los extramuros del mundo de Enrique
Verástegui y Un par de vueltas por la
realidad, son obras maestras de la poesía peruana de la segunda mitad del siglo
XX. Conozco a no pocos poetas que han encontrado, y encuentran, su camino en la
poesía tras el fogonazo recibido mediante estos poemarios, que tienen el poder
suficiente de afianzar convicciones. No puedo decir lo mismo de otros poemarios
peruanos contemporáneos, que no pueden transmitir, o propiciar cambios en el
lector, más allá de su eventual calidad.
Tenemos razones
para estar contentos. Un par de vueltas
por la realidad ya no será un libro inhallable y estamos más que
agradecidos.
Gabriel Ruiz Ortega